Reseña
de Francisco Güemes Priego
“Y vio cómo la Oscuridad le rebanaba los
dedos primero, después la mano
y, enseguida, con un sonido glotón y satisfecho,
se lo llevaba entero.”
Esta
novela de la escritora argentina Mariana Enríquez (1973), publicada por
Anagrama y ganadora del Premio Herralde en 2019, es un libro original y
complejo, casi inclasificable, el cual tiene como temas: la maldad, la
crueldad, el miedo, es decir, todo lo relacionado con el lado más siniestro del
ser humano.
Es una
novela que, a pesar de su extensión (más de 660 páginas), es muy amena, con
personajes entrañables y tramas envolventes. Su mayor acierto es producirnos
aprehensión, ansiedad, incluso a veces pavor. No es fácil para un libro
provocar sentimientos tan intensos, y éste lo hace.
Quizás
el mayor defecto de Nuestra parte de noche sea que es un libro muy abigarrado, se entremezclan en él demasiados
acontecimientos, algunos reales: la dictadura argentina (1976-1983), las
desapariciones, los traumas infantiles, la violencia intrafamiliar; otros
imaginarios: “La Orden”, una secta que pretende arrancarle a la Oscuridad el
secreto de la vida eterna y que está dispuesta a todo para lograrlo: mutilar,
matar, sacrificar. Por momentos parece todo demasiado confuso y los saltos
entre la realidad y la fantasía a veces parecen excesivamente bruscos, pero, como
ya se dijo, el principal objetivo de Enríquez es horrorizarnos, cosa que
consigue de manera excepcional.
Las
fuentes literarias de las que abreva Nuestra parte de noche están muy a la vista. Lo mismo la tradición inglesa del
romanticismo gótico: las hermanas Brönte, Arthur Machen, Bram Stoker; que
reconocidos genios del horror norteamericano: Edgar Allan Poe, H.P. Lovecraft, Stephen
King; además de colosos de la literatura fantástica en latinoamérica: Jorge
Luis Borges, Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, etc...
Dignas
de mencionarse también son dos cualidades de la novela: primero, el que “La Orden”
funcione como metáfora de un sistema en el que los poderosos, los dueños de la
tierra y del dinero, son los que ganan siempre, más allá de los vaivenes
políticos y, segundo, el que retome elementos de las mitologías y religiones
populares de los pueblos de Sudamérica, principalmente de los mapuches y los
guaraníes, dándole un toque sumamente original a la narración.
Me
parece un libro sumamente valioso, que al entremezclar características clásicas
del género con las peculiaridades geográficas, sociales y culturales de nuestra
región, puede funcionar como piedra angular de un canon latinoamericano de la
literatura de horror.
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